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La revolución social y el truco de la abuela

Es sabido que los líderes que facilitan los cambios en las organizaciones no son aquellos directivos visionarios que conducen el rebaño, sino por el contrario, aquellos que promueven la inteligencia colectiva de los empleados de todos los niveles de la organización, e incluso, en las organizaciones sanitarias, también de los pacientes.

Añadiríamos incluso, que los propios pacientes, familiares y ciudadanos, que se asocian y movilizan activamente, serán los que protagonizarán una revolución silenciosa, que acabará incidiendo directamente en la carga de flotación de la organización.

Esta revolución procede de los cambios sociales, de los nuevos patrones de comportamiento, de las nuevas formas que adquiere la relación entre los individuos y las organizaciones y que, a su vez, es fruto de los cambios socioculturales que se suceden de forma progresiva e imparable.

Estos cambios no son visibles, ni siquiera en los diferentes estudios de la demanda asistencial, en los que tan sólo llegamos a apreciar una parte del problema: aquella que tiene que ver con la evolución demográfica.   La evolución demográfica es solo una de las variables a tener en cuenta.  También debemos valorar otras dimensiones de índole sociocultural.

Es muy probable que los cambios socioculturales (entre los cuales se encuentra el cambio de modelo de convivencia en el seno del núcleo familiar) expliquen por qué desde hace no muchos años se está planteando con urgencia el cambio en el modelo de atención a los pacientes crónicos, cuando tanto los cambios demográficos como los epidemiológicos eran ya conocidos desde hace más de una década. También podrían explicar, en los países de nuestro entorno, una mayor sensibilidad y necesidad de ayuda a los pacientes dependientes.

Los cambios socioculturales, el estudio de colectivos socialmente vulnerables, el perfil de la demanda asistencial entre la población inmigrante o la incidencia de la familia y los cambios que se han ido produciendo en el núcleo familiar son aspectos trascendentes, que se conocen gracias a estudios con frecuencia externos al sistema de salud.

Estos estudios no proporcionan información inmediata ni cuantitativa sobre la demanda asistencial, sino más bien sobre aspectos que mediatizan la relación entre los individuos y el sistema sanitario, aspectos que, aunque no se traduzcan en demandas concretas a los servicios de salud, explican sin lugar a dudas la evolución de los patrones socioculturales y familiares y por tanto, y en último término, la imagen social de los centros sanitarios.  De ahí la importancia de comprender algunos de estos nuevos perfiles o patrones.

Son cambios que ponen de manifiesto un rol de paciente, de ciudadano, que pasa de la resignación a la acción positiva, se asocia, de forma real o virtual, hace propuestas y las pone en común, adoptando en definitiva una nueva forma diferente de estar y de relacionarse.
Son nuevos roles que surgen del cambio social, entre los que se encuentra, por ejemplo, el de las «abuelas y abuelos», una nueva generación capaz de borrar del mapa a la generación anterior (la abuela de pelo blanco que con paciencia y cariño cuidaba a sus nietos, conformista y resignada), que pasa a ser un elemento activo, mayoritariamente femenino, protagonista no solo en el ámbito familiar, sino también en la sociedad.

«De aquella imagen tradicional, hasta llegar a las abuelas y abuelos de hoy, ha llovido mucho. La palabra abuela cada vez sugiere menos la imagen de ancianita que espera sus últimos momentos al lado de los suyos. Hoy las abuelas hacen deporte, viajan, visten juveniles, deciden ampliar sus conocimientos, se cuidan y sobre todo, quieren disfrutar de la vida. Más allá de la imagen, la figura de la abuela es hoy motivo de estudio por parte de la comunidad científica, al considerarla pieza clave para comprender la evolución humana y el futuro de nuestra especie.

La menopausia -fin de la actividad menstrual- es lo que da lugar a la figura de la abuela. Un ‘truco’ que supuso un paso evolutivo necesario para remontar los últimos escalones de la evolución de nuestra especie.   La prolongación de esta etapa, tanto en años, como en actividad, provocará en muy pocos años un boom de abuelas» (El truco de la abuela)

«Nos enfrentamos a una auténtica revolución protagonizada por las ‘superabuelas’ capaces de promover una nueva forma de ejercer el poder en el seno de la empresa, la familia y las relaciones cotidianas», advierte Gil Calvo. «Hasta ahora, estas relaciones estaban regidas por el estilo de mando masculino, mucho más patriarcal y agresivo, lo que las convertía en organizaciones jerárquicas. Pero a partir de esta ‘invasión’ estas relaciones se convertirán en redes de interacción cooperativa, basadas en la reciprocidad horizontal y por las que circulará la lealtad o inteligencia emocional que caracteriza a las
mujeres, dada la capacidad expresiva de su capital social». (Enrique Gil Calvo: El poder gris. Una nueva forma de entender la vejez, Mondadori, 2003.)

Viajan, estudian, se incorporan a las redes sociales, se asocian, y, sobre todo, demandan calidad de vida y luchan por sus propias ideas. Adoptan una nueva forma de estar en el mundo y no tolerarán organizaciones que no tengan en cuenta sus deseos, sus anhelos, sus expectativas, organizaciones paternalistas y oscurantistas.

Puede que estemos en el inicio de la revolución social silenciosa, pero los nuevos roles ya son visibles (tanto los jóvenes como los abuelos) y ellos son los sujetos de la inteligencia colectiva, el verdadero motor del cambio.


 
 

 



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